Especial Bicentenario
El Tiempo (Colombia)

Eduardo Posada Carbó

El próximo martes se cumplirán 200 años de la instalación en Bogotá de la Junta Suprema de Gobierno, que destituyó al virrey Antonio Amar, tras los agitados sucesos que desembocaron en el cabildo del 20 de julio de 1810. Otras ciudades ya habían formado juntas autónomas, semanas o días atrás: Cartagena, Mompox, Cali, Pamplona, Socorro. Pasaría otra década antes de que se consolidara la emancipación frente al imperio español. No obstante, el año de 1810 y aquellos eventos en la capital bogotana adquirieron enorme simbolismo, hasta convertir al 20 de julio en la fecha oficial de la independencia en Colombia.

La independencia ha sido desde siempre fuente de interesantes debates políticos e intelectuales. Grandes conmemoraciones, como la del Bicentenario, son ocasiones oportunas para reflexionar sobre el significado de tan importante momento histórico. Tal es precisamente el sentido de muchos de los eventos organizados para marcar esta fiesta nacional. La exposición organizada por Margarita Garrido en la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República -‘Palabras que nos cambiaron: lenguaje y poder en la independencia‘- me parece especialmente atractiva.

Si algo cambió durante la independencia fue el lenguaje. Algunas palabras podían ser las mismas utilizadas durante la colonia. Pero, como Margarita Garrido observa, adoptaron entonces significados diferentes. Buena parte del nuevo vocabulario se inspiraba en los ideales de la Revolución Francesa, cuya Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano -traducida aquí por Antonio Nariño en 1794- abre la citada exposición. Los cambios en el lenguaje, sin embargo, adquirieron otra dinámica tras la crisis de la monarquía española en 1808. Documentos como el Memorial de Agravios (1809) de Camilo Torres o las actas de independencia de 1810 y 1811 marcaron por ello hitos revolucionarios.

El glosario es rico, sin ser comprehensivo. Incluye palabras como: derechos, libertad, igualdad, pueblo, elecciones, ciudadano, democracia o soberanía. (Parecerían faltar expresiones como ‘opinión pública’.) El catálogo que acompaña la exposición explora las palabras seleccionadas a través de documentos de la época, pero también de textos de historiadores y escritores contemporáneos.

La exposición dedica un justo espacio a las constituciones adoptadas durante el período, algunas antes de la famosa constitución de Cádiz de 1812. Como lo muestra un estudio de Víctor Uribe-Urán, hasta entonces “el mundo había conocido pocos documentos de esta índole”. La Nueva Granada vivió en esas décadas una verdadera fiebre constitucional que merece ser revalorada. El “nuevo discurso legal” de estas constituciones recibía eco en los periódicos, bajo los criterios novedosos de la libertad de prensa, que por supuesto también reciben especial atención en la muestra de la Luis Ángel Arango.

Se suele suponer que el impacto de la imprenta en el período fue limitado, por las altas tasas de analfabetismo. Tal argumento ignora los diversos canales que servían para difundir la palabra escrita entre el público no lector, como el púlpito de las iglesias, las tribunas de plaza pública o las conversaciones callejeras.

Cualquiera hubiese sido el medio, la exposición muestra que el nuevo lenguaje llegó a amplios sectores de la población. Las querellas ante los jueces, como señala el texto de la curadora, dejaron evidencias de cómo, tras la independencia, “los antiguos vasallos comenzaron a reclamar nuevos derechos como ciudadanos (…), apelando a la igualdad, a la constitución y a la justicia de la república”.

Quienes no vivimos en Bogotá, y no podemos apreciar personalmente la exposición, lo podemos hacer de manera virtual: www.lablaa.org/bicentenario/index.html. El portal también ofrece otros estupendos documentos e imágenes, seleccionados por la red de bibliotecas del Banco de la República para festejar este gran aniversario de nuestra independencia.