Especial Bicentenario
El Espectador (Colombia)

HOY 20 DE JULIO, QUE CELEBRAMOS los 200 años del llamado “Grito de Independencia”, vale la pena que nos preguntemos si siguen o no pendientes los retos que enfrentó la primera generación de colombianos.

Esto es, si las promesas de la Independencia dieron o no sus frutos. Y para esa tarea, nada mejor que apoyarse en uno de los más grandes historiadores de nuestro país, el profesor Jaime Jaramillo Uribe, quien en un artículo publicado en 1998 (¿Para qué sirve la historia?) se planteó la pregunta de cuáles eran los problemas más acuciosos que enfrentó la generación de la Independencia.Cuatro eran según su criterio los principales desafíos: i) dado el vacío que generaba la destrucción del Estado colonial, era necesario construir unas instituciones capaces de regular adecuadamente el conflicto social y lograr la paz social; ii) debía lograrse una economía dinámica capaz de sacar al país de la pobreza; iii) era necesario modificar una rígida estructura de castas, que clasificaba a las personas por etnia y nacimiento, a fin de lograr una sociedad más democrática e igualitaria en donde todas y todos tuvieran los mismos derechos de ciudadanía; y iv) era indispensable crear un nuevo sistema educativo, que preparara a la población del nuevo Estado a asumir los desafíos del mundo moderno.Doscientos años después, ¿en qué medida hemos superado esos desafíos? Es indudable que ha habido avances importantes. Los colombianos hemos logrado construir unas instituciones relativamente democráticas y de una estabilidad no despreciable. Colombia no ha tenido nunca un desarrollo económico espectacular pero ha logrado durante décadas una cierta constancia en su crecimiento. Hemos eliminado la mayor parte de las discriminaciones jurídicas heredadas de la Colonia. Y la educación ha avanzado, al menos en términos de cobertura de la educación primaria.Sin embargo, como lo señala el propio profesor Jaramillo Uribe, los resultados son aún precarios. La estabilidad institucional relativa no se ha traducido en una verdadera democratización y convivencia pacífica, por lo que persiste el desafío de lograr un verdadero Estado de Derecho que beneficie a todos y todas por igual. El crecimiento económico ha tendido a ser modesto y sobre todo muy inicuo, por lo que subsiste una angustiante pobreza. La superación de las desigualdades jurídicas, que es obviamente importante, no se ha traducido sin embargo en una sociedad verdaderamente igualitaria pues persisten profundas discriminaciones sociales, étnicas y de género. Colombia es una sociedad de castas de facto, a pesar de que éstas hayan sido eliminadas jurídicamente. Y todavía tenemos el reto de lograr una educación de igual calidad para todas y todos ya que ésta tiende a estar económicamente segregada pues, salvo algunas excepciones, la educación de calidad está reservada a quienes pueden pagar por ella.Como si fuera poco, a esos desafíos no resueltos de la generación de la Independencia, se suman otros retos, que surgen de las transformaciones políticas y económicas de las últimas décadas y que no existían en 1810, como el balance entre desarrollo y medio ambiente, la tensión entre política soberana e integración global, o el surgimiento de poderosas redes criminales, en parte asociadas al narcotráfico, que agravan nuestras debilidades democráticas.Las celebraciones del Bicentenario no deben entonces reducirse a desfiles y ceremonias; dados esos formidables desafíos, el Bicentenario debe también ser un estímulo para una reflexión académica y política sobre cómo enfrentar esos retos. No vaya a ser que cuando Colombia llegue al tricentenario, nuestros bisnietos tengan que lamentarse, como nosotros, de que no hemos sido capaces de cumplir siquiera con las cuatro tareas de la generación de la Independencia.* Director del Centro de Estudio DeJuSticia (www.dejusticia.org) y profesor de la Universidad Nacional