Un centenar de personalidades de América Latina ha elegido, en una encuesta de Babelia, las 10 figuras que sintetizan los últimos dos siglos: Simón Bolívar encabeza la lista.

CARLOS MONSIVÁIS 28/11/2009
Especial Bicentenario
Babelia El País

El resultado de la encuesta es muy significativo. Corresponde a una síntesis histórica de la región donde ya los escritores figuran ostensiblemente y en donde es central el desafío a los imperios (el español, el norteamericano) y a las dictaduras. Cinco figuras del siglo XIX y cinco del siglo XX, políticos que son militares, escritores extraordinarios, guerrilleros, constructores de ideas y prácticas de la nación y sus leyes, héroes que son mártires, escritores que crean por su cuenta formas originales de ejercer el idioma. No hay en la lista ninguna mujer.

El primer lugar, con gran ventaja, es para Simón Bolívar, el gran impulsor de la independencia latinoamericana, que merece sobradamente el título de El Libertador. Es un estratega militar y es el primer y muy notable estadista de América Latina. A la adversidad (el poder español, las divisiones de los insurgentes, las traiciones), opone su voluntad de triunfo, su autocrítica (“he arado en el mar”), sus proclamas, sus proyectos legislativos… A su personalidad deslumbrante añade la muy novedosa maestría retórica.

En el mismo orden de cosas y de hazañas se encuentra el quinto lugar en la votación, José de San Martín, el héroe clásico de Argentina, que muy joven se encuentra al frente de un regimiento. Creador del Ejército de los Andes, liberador de Chile, inspirador de la independencia de Perú, es, sin embargo, capaz de entregarle su Ejército a Bolívar.

Es previsible también el segundo lugar. Más que ningún otro rasgo a Fidel Castro se le reconoce su enfrentamiento al poderío norteamericano desde 1959, su reivindicación de la soberanía. El régimen castrista ha obtenido éxitos considerables en la educación y la salud, ha persistido no obstante el bloqueo criminal de los gobiernos de Estados Unidos, los intentos de la CIA por asesinar a Fidel Castro, las maniobras en la OEA sólo recientemente suspendidas. Y lo negativo no disminuye la fuerza y la inteligencia del Comandante. Castro ha sido un dictador que dependió largamente de los soviéticos, que suprime las libertades de expresión y mantiene el control férreo de la isla, ahora en compañía de su hermano Raúl, con la consiguiente represión de los disidentes, con frecuencia encarcelados. Con todo, se mantiene el apoyo fervoroso a Fidel de un gran sector de la población cubana.

¿Se puede negar la condición mítica (el héroe que se sacrifica por el mundo mejor) de Ernesto Che Guevara? Es el revolucionario que lucha en un país desconocido, es el emblema del romanticismo revolucionario (en la foto de Alberto Korda el Che ya es un signo del porvenir). Ministro de Economía, “hereje” frente a la Unión Soviética, adalid de la toma de conciencia armada en América Latina (“crear dos, tres, muchos Vietnams”), leyenda casi desde el primer momento, revolucionario en el Congo, guerrillero en Bolivia. “Aventurero sagrado”, según las legiones de admiradores, es el profeta y el actor de las insurrecciones y la incesante toma del poder.

Para las nuevas generaciones el Che, ya casi sin contextos, es la foto en las manifestaciones de protesta, es la expresión formidable de la renuncia a lo institucional, y en esto no se toma en cuenta su ideario del arrasamiento: “Hay que amar a nuestros enemigos con odio revolucionario”, frase que extiende en su discurso en el Congreso de la Tricontinental (16 de abril de 1967):

Es preciso, por encima de todo, mantener vivo nuestro odio y alimentarlo hasta el paroxismo, el odio como elemento de lucha, un odio implacable al enemigo que nos impulsa más allá de las limitaciones naturales propias del hombre y lo transforma en una máquina de matar efectiva, seductora y fría. Así deben ser nuestros soldados, un pueblo sin odio no puede vencer a un enemigo brutal. (Citado por Juan José Sebreli en Comediantes y mártires)

José Martí es otro latinoamericano imprescindible. Considerado el gran precursor de la Revolución Cubana, cronista y ensayista magnífico, poeta (“para Cuba que sufre, la primera palabra”), gran independentista, es el ideólogo de la descolonización en América Latina, que invita a recuperar el pasado primordial: “Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras repúblicas americanas”. En el fondo de esta “alabanza de aldea” está la exigencia: no se proceda como si nuestra América viniese de la nada.

Del liberalismo radical del siglo XIX se elige a Benito Juárez, uno de los grandes iniciadores del México moderno. Juárez no es un mártir ni un prisionero de su tiempo. Indígena zapoteca, al cabo de una vida de hazañas, hechos trágicos, conjuras, traiciones, victorias militares, políticas y culturales, resulta un vencedor insólito, no un precursor sino un contemporáneo en la vanguardia del desarrollo civilizatorio. Se impone al racismo ancestral, a la extrema dificultad de crear la educación pública en un país asfixiado por el clasismo y el racismo, a los dilemas de su carácter tímido y cerrado, a las divisiones de su partido, al analfabetismo de las mayorías que hace las veces de aprisionamiento nacional, a la furia y las bajezas del clero integrista y los conservadores, a la intervención francesa, a las peripecias de su gobierno nómada. El fusilamiento de Maximiliano es uno de los mayores actos antiimperialistas del siglo XIX. Se le persigue, calumnia, encarcela, destierra, veja y ridiculiza; se le quiere convertir en un anticipo literal del Anticristo. No obstante todo esto, no se le derrota.

La presencia en esta lista de Jorge Luis Borges es el reconocimiento de las funciones de la escritura en América Latina. De él se reconocen la inteligencia como renovación permanente de los textos, el relato que se convierte en parábola fundamental, la paradoja, la elegancia verbal, la imaginación portentosa. Borges, el intelectual y escritor latinoamericano del siglo XX de mayor repercusión internacional. Borges, el que demuestra hasta qué punto la inteligencia y la ironía pueden ser conceptos complementarios; Borges, el que escribe las líneas que cancelan las tentaciones de la compasión y de la autocompasión.

Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche

En 1967, Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, atrae a los deseosos de regresar al culto por el “escribir bien” o de modo óptimo, lo que combina la imaginación irrefrenable, el don de contar historias, una tras otra o simultáneamente. A partir de la saga de una familia y un pueblo, se reconstruye el Génesis, y se incursiona en la historia como el transcurso de las dinastías y las matanzas. La obra de García Márquez es quizás la más leída de los narradores latinoamericanos.

Emiliano Zapata, el caudillo apuesto, testarudo, leal, que define por su cuenta las exigencias campesinas. En primera y última instancia, Zapata es el símbolo y la realidad de la permanencia del campesinado, que oscila entre la violencia y la espera, y que está desde el principio porque -en la mitología y su “espejo deformado”, la realidad- es el “país profundo”, el de las migraciones perpetuas: del caserío al pueblo, del pueblo a la ciudad pequeña, de la ciudad pequeña a la ciudad mediana, de la ciudad mediana a la capital o a California, Tejas, Chicago, Nueva York, Arizona, Nuevo México. En las migraciones interminables, Zapata representa la continuidad de lo agrario.

Andrés Bello es un humanista de múltiples facetas. Poeta, ensayista, redacta el Código Civil de la República de Chile (1855), empresa casi exclusivamente suya. Según Rafael Gutiérrez Girardot es “el primer código moderno en lengua española, fundamento de las relaciones sociales de las nuevas repúblicas… La codificación misma y la liberación de las trabas a que estaba sujeto el derecho de propiedad hicieron del Código Napoleónico, que fue en parte su modelo, un derecho revolucionario no abstracto, sino en relación con la sociedad colonial y su caos jurídico…” (en Cuestiones, FCE, 1994). También Bello es el autor de la Gramática de la Lengua Castellana, de enorme resonancia, escrita para uso de los americanos.