Luis Fernández Zaurín La Vanguardia
Colombia vive desde hace casi cincuenta años una guerra invisible de la que nadie habla y los medios de comunicación menos aún, o se refieren a ella con eufemismos. De ello están hablando estos días en Barcelona Yesid Arteta, ex guerrillero y ex líder del bloque sur de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), escritor e investigador de la Escola de Cultura de Pau de la UAB, Jorge Enrique Botero, periodista que tumbó al ex Ministro de Defensa Fernando Botero y premio de periodismo Rey de España, y Jineth Bedoya, reportera de raza que, con el apoyo de Intermon-Oxfam, está presentando el informe La violencia sexual en Colombia: un arma de guerra, que incluye su propio testimonio como víctima.

La tesis de Yesid es demoledora. Si los criterios que debe reunir un conflicto armado según las organizaciones que investigan el tema es sobrepasar los cien muertos al año, el caso de Colombia lo cumple de sobras: en el 2009, los militares muertos ascienden a casi trescientos (con más de mil heridos); los guerrilleros fallecidos este año son cuatrocientos. Pero hay más datos: desde el 2002 al 2008 han muerto más de cuatro mil militares, siendo doce mil los heridos. Ello con el enconamiento y la sevicia que provoca cualquier conflicto civil, una guerra periférica que se libra en la geografía indómita y remota de ese país que, para que nos hagamos una idea, cuenta con una infantería más potente que la de Brasil. Una guerra que ha provocado un drama de características difíciles de explicar y que se resume en cuatro millones de desplazados.

Botero, en una charla que reunió a los tres testimonios presentó el documental Corriendo bases, que acaban de programar en el Canal Sur. En el documental se narra la historia de una niña de doce años violada por dos operarios estadounidenses y la odisea de la madre para que los culpables sean juzgados en Colombia, algo que un convenio con EE.UU. hace imposible.

Este periodista y escritor, autor de El hombre de hierro (editorial Debate), que narra la increíble historia de Ricardo Palmera, exitoso banquero de Valledupar, Colombia, que acabó convertido en guerrillero bajo el nombre de Simón Trinidad, dijo que Colombia vive bajo un estado de hipnosis colectiva. Para salir de ese estado han creado una iniciativa ciudadana, Colombianos y colombianas por la paz, a la que él representa en este viaje a España y en la que personas procedentes de diversas actividades e ideologías proponen una fórmula negociada para superar el conflicto.

Su punto de vista sobre la creación de siete bases (terrestres, navales y aéreas) de los EE.UU. es meridiana. Además de desequilibrar la geoestrategia de la zona, ello va a suponer la presencia de un buen número de asesores, militares y contratistas, personas que, como los violadores de la adolescente, en Colombia disfrutan de total impunidad y que hasta hoy acumulan más de 1.600 denuncias por delitos parecidos.

Jineth Bedoya, entre otros aspectos, se centró en la violencia contra la mujer en el conflicto armado, algo que en Colombia y hasta ahora no ha tenido espacio en los medios de aquel país pese a que en la última década cifra entre doce y catorce mil los crímenes sexuales en el marco del conflicto. Afortunadamente, y en parte debido a su caso, la fiscalía colombiana ha presentado un informe que hace público esta lacerante realidad.

Resumiendo, el punto de vista de estos tres colombianos es que es prácticamente imposible una victoria institucional, algo que miles de hombres armados en zonas geográficas remotas y difícilmente accesibles no hace factible. Por eso, los tres abogan por la negociación en la que España podría tener un papel fundamental. A ver.