Los coletazos de Guadalajara

A México en rebaño

En México, la cultura catalana fue despreciada por el propio president de la Generalitat, que la relegó para mejor lucirse

XAVIER BRU DE SALA – 22/12/2004 (La Vanguardia)

Que la operación Guadalajara ha sido un éxito político, y hasta un exitazo para Maragall y la consellera Mieras, es algo fuera de discusión. Pero, ni que sea por simple instinto de preservación del propio espacio, conviene desconfiar de toda operación en la que la cultura sea un instrumento del poder y no un fin en sí misma. Hubo un tiempo en el que sólo había medios para promocionar cultura en el exterior si se aprovechaban los viajes presidenciales. Luego, se abrieron otras posibilidades a raíz del año español de Francfort bajo el lema “las culturas de España” y con fuerte presencia catalana, y de la creación del Copec, hasta desembocar, ya en el fin de la era Pujol, en el Ramon Llull, ahora dividido y reforzado. Debería desecharse, en primer lugar, toda tentación de orientar el Llull hacia presidencia o recaer en la ya superada presidencialitis. Maragall, como Pujol, no ha tenido nunca el menor interés por las políticas culturales. Le interesan, por este orden y como a buen renacentista, los monumentos y la proximidad de los artistas.

Los que montaron el famoso almuerzo entre Maragall, García Márquez y Carlos Fuentes pensaban en términos de lucimiento del president, no de la cultura. Constituye una burla y una afrenta injustificable que no se les ocurriera ni siquiera la posibilidad de que el president acudiera a la cita, como hubiera hecho un renacentista no provinciano, con Porcel y Gimferrer, por poner a dos indiscutibles de no menos nivel. Ni siquiera estaban en México. Pero comer con los grandes y dejar fuera a los que sirves y representas, dando el mensaje que para ti son indignos de salir en el mismo plano, es delito público de alto desprecio. Que conste y se corrija, o que la próxima vez se quede en casa. Y atención al principio que se debería establecer: el éxito político de una iniciativa de promoción cultural sólo puede concederse después de comprobar el éxito cultural, no antes ni en vez de.

Para la literatura catalana, y a juzgar por no pocas reacciones y crónicas de los que fueron, es de temer que lo más positivo ha sido el redescubrimiento de lo fascinante que es México. No era ese el objetivo. Por México ha pasado y pacido un rebaño catalán, un tropel educado, agradecido e innominado, gentilicio compartido aparte. Hay que entrar en punta de lanza, no con la lanza de través. De los cinco que conforman la cúspide de nuestro canon narrativo, Porcel, Jòdar, Palol, Monzó y Moncada (ordenados en endecasílabo), sólo acabó yendo Palol, y a ver quién es capaz de preguntarle por la promoción específica de su obra o su nombre. Otrosí, me comeré este artículo en vez de turrones si el dossier de prensa catalán sobre Guadalajara no dobla como mínimo al mexicano. Es probable que pese diez veces más. Nos crecemos de modo desproporcionado al caso que nos hacen, tanta hambre de internacionalización simbólica tenemos.

Dicho todo lo cual, no antes de decirlo sino después, hay que felicitarse de dos o tres cosas: que saliera abundante dinero para pagar la operación de donde no lo había, que la cultura haya estado en primer plano informativo, que haya reinado un espíritu de concordia por encima de las rencillas grupales. Y aún hay que hacerse un par de preguntas. ¿Podía haberse hecho mejor? ¿Lo habrían hecho mejor otros responsables públicos? No lo creáis. Los problemas puestos al descubierto en Guadalajara son consecuencia del populismo y los intereses políticos y editoriales anticanónicos que han lastrado nuestra literatura en los últimos decenios, impidiendo la formación y consolidación de prestigios públicos en atención al talento y el peso específico de la obra de cada cual. Con muy pocas excepciones, la cultura catalana tiende a la igualación del rebaño, así en artes plásticas como visuales o literarias. Las culturas de mercado restringido como la nuestra sólo serán respetadas si dan a conocer en primer lugar sus mejores producciones. En punta de lanza